Cuestionar cómo vemos las tetas, y exactamente qué tan visibles pueden ser para seguir siendo "apropiadas", no es nada nuevo. La campaña "Free the Nipple" comenzó en 2012, y en 2014 se estrenó una película con el mismo nombre. La imagen de la "feminista que quema corpiños" es sinónimo del Movimiento de Liberación de la Mujer de los años ‘60 y ’70.

Pero quizás el evento más significativo con respecto a cómo la sociedad ve el uso de corpiños en la historia reciente ha sido la pandemia de COVID-19. A partir de marzo de 2020, cuando las oficinas cerraron en todo el mundo y se implementaron protocolos de trabajo remoto, trabajar en jogging y, sin corpiño, desde el sillón (o la cama) se convirtió en la nueva normalidad para muchas.

PASARELA Y STREET STYLE

En los años transcurridos desde que comenzó la pandemia, es tangible un alejamiento de los corpiños tradicionales: el trabajo remoto sigue siendo común, las tendencias de la moda como las blusas sin espalda y los vestidos transparentes están adornando las alfombras rojas, el movimiento de positividad corporal continúa evolucionando y la autonomía corporal, está al frente de nuestras mentes.

Para algunos, el inicio de la pandemia fue, de hecho, el catalizador para decir adiós a los corpiños y a todo aquello que nos incomoda o hace sentir prisioneras.

La realidad para muchas es que los corpiños la mayoría de las veces resultan incómodos: aprietan, dejan marcas, o se suben. Dejar de usarlos, (no ya solamente en el interior de la casa) es una declaración de autonomía y aceptación corporal.

Lo cierto es que al momento de volver a la oficina, volver a sentirnos fajadas ya no era una opción. Muchas mujeres optaron por otras alternativas: musculosas, tops sueltos, o camisetas, pero el corpiño dejó de ser la única opción.

La realidad fue contagiando a la publicidad y muchas firmas dejaron de mostrar sus modelos con corpiños, y podemos decir a esta altura que el aro es ya casi un elemento en extinción.

STREET STYLE

Lo natural ya no se esconde y las incomodidades empezaron a ser descartadas con el impulso que nos dejó la pandemia. Los hábitos de vestimenta se fueron adaptando. Está bien, volvimos a usar tacos pero más que nada como una necesidad de volver a sentirnos poderosas al momento de salir a la calle y no con afán de soportar un dolor de pies. Lo cierto es que la pandemia abrió un nuevo nivel de comodidad en nuestros cuerpos y también con otros aspectos de nuestras vidas.

Si no hay riesgos serios para la salud por ir sin corpiño por la vida, y si no usarlo ahora se considera aceptable, e incluso elegante en muchas circunstancias dado el cambio cultural de los últimos tres años, podría ser hora de repensar lo que creemos que es aceptable cuando se trata de nuestro cuerpo, lo que se siente cómodo, sexy y lo que es más importante, quién realmente decide qué hacer con su propio cuerpo.