Ahora que empiezan los días de frío, sentarse en un sillón cómodo con una manta, una taza de café caliente y un buen libro es un planazo para relajar. Si disfrutás de la lectura, podés crear un rincón destinado a esta actividad en tu casa, aunque no sobren los metros cuadrados.

Te contamos cuáles son las cinco claves que tenés que tener en cuenta para lograr un rincón de lectura lindo, funcional y en sintonía con el resto de la decoración de tu hogar.

1. Creá una “isla”

En primer lugar, decidí dónde vas a ubicarlo: se suele elegir el living por una cuestión de espacio, aunque también es buena opción ponerlo en el escritorio. Lo ideal es que esté junto a una ventana, para aprovechar la luz natural y por la conexión con el exterior, y lejos de la tele y de la puerta, para evitar distracciones. Para separarlo visualmente del resto de la habitación, podés usar una alfombra.

2. Invertí en un sillón cómodo

No importa si preferís un sillón, una silla o una butaca, lo importante es que te sientas cómodo. Algunos elementos para tener en cuenta si vas a comprar mobiliario es que sea ergonómico y que tenga apoyabrazos. También podés agregar un accesorio para apoyar los pies mientras estés sentado, y una manta para los días de frío.

3. Buscá una superficie de apoyo

Es decir, una mesita auxiliar o una estantería chica para dejar el libro, la infaltable taza de café o té (o el mate), los lentes y el celular. Podés invertir en un conjunto de mesas nido o improvisar una mesa con un banco de madera: todo vale. Para completar la experiencia y crear ambiente, sumá una vela aromática o un difusor.

4. Pensá en la iluminación

Las dos opciones más habituales para un rincón de lectura son las lámparas de pie y las de mesa. En ambos casos, es buena idea que sean regulables (en altura, en brazo o en el cabezal) para que puedas manejar la dirección de la luz. Además de permitirte leer mejor, contribuyen a separar el ambiente.

5. No descuides los colores

Generá sensación de relajación con colores suaves y uniformes. Los neutros como el blanco, el gris y el beige son una apuesta segura, pero también podés inclinarte por los azules o verdes. Eso sí: fijate que haya coherencia con el entorno; algo que podés lograr unificando los tonos de los almohadones o de la manta con los del resto de la habitación.